26.10.06

Nómada

Una corriente intensa me recorre
y estira de mi alma
Siempre ha sido así.
Su voz profunda me susurra:
es más allá...
el horizonte espera...
Camina
Busca...
De vez en cuando hay un remanso
y en el agua se reflejan nítidos
los árboles y el cielo,
luminosos, estáticos,
perfectos.
Pero la hoja gira sobre su tallo...
Y sigue.

11.10.06

Elicura Chihuailaf

HABLANDO CON LA GENTE DE LA TIERRA DE ARRIBA

Cabalgo en círculo, llevado por el aliento
de los animales
que te ofrecí en sacrificio
Galopo, galopo, soñando voy
por los caminos del cielo
De todos lados vienen a saludarme
las estrellas
Oo !, Anciana, Anciano
Doncella y Joven de la Tierra
de Arriba
en vuestro Azul se regocija mi sangre.

NVTRAMKALEYIN TAIN PU WENU MAPU CHE

Tretrogkvlen awvlerpun, pu kulliñ ñi neyvn
yewkvlerpun
genoafellvwvn mew elufeyu
Wiraf, wirafgen, pewmantulen amun
Wenu Mapu rvpv mew
Wallke pvle chalipaenew ti pu wagvlen
Oo ! Fvchakecheyem
Vlchakezomo ka Wechekeche mvlelu
Wenu Mapu
mi Kallfvmu ayvwvy ñi mollfvñ.

Hace unos años descubrí a Chihuailaf,y me quedé pegada a este poema en lengua mapuche(a su traducción al castellano, claro) Aunque no se entienda, me parece interesante colgar aquí la versión original junto a la traducida. Para tí,Juan Carlos(recordé el poema cuando leí tu post sobre las lenguas indígenas.
Podéis leerlo si pincháis en Juan Carlos Morgado, uno de los links que hay en mi blog.)
Y también, (faltaría más)para todo aquel que ame la poesía.

5.10.06

Sensual

Iba hundiendo los pies en la arena aún caliente, hasta sentir la zona que inunda la marea compacta y húmeda bajo las plantas.
El mar estaba calmo, casi balsa, casi mercurio oscilando y murmurando levemente en la noche.
Había una luna lujuriosa, entre rosa y naranja, una tajada de melón chorreando luz sobre su propio reflejo en la oscuridad del mundo.
Hundí los pies en el agua. Fresca y fragante, se abrió contra mi piel como rasgada seda negra...
Me metí lentamente en la materia oscura, que me envolvió como un abrazo persuasivo y paciente.
Partida en dos por el mar a la altura del ombligo, me dejé ir meciéndome como una dócil alga, mi pelo la corona cambiante de una reina perdida para siempre en la profunda dulzura de la noche.
Lejos, los jóvenes amantes copulaban en coches aparcados frente al abismo.
Las copas tintineaban sobre manteles blancos.
Una nube tapó la luna.
Cerré los ojos.