15.9.15

Angélico

Roma se estira

bajo el  ultimo sol del verano

y el Tíber corre lento

con su calma de siglos.

Cruzo el puente de Sant'Angelo

los ángeles bellísimos

me miran desde arriba

con las alas trabadas por la piedra,

sosteniendo en las manos

la pasión derramada sobre el mármol.

Un violinista solitario

toca un adagio pausado y melancólico.

Extraña sensación de paz

cubriendo el mundo

en esta Roma invadida por los bárbaros

entre los que ahora me cuento.